Fuente: INED21

Vivimos la docencia rodeados de burocracia, “rellenando papeles”. A las exigencias de las distintas Administraciones, que nos inundan de plantillas, formularios y documentaciones, se les unen las distintas plataformas digitales en las que debemos volcar desde horarios y notas hasta datos, currículos y temarios.


Y por si eso fuera poco, son abundantes los Centros que se ven inmersos en procesos de calidad y estandarización, en cualquiera de sus miles de versiones posibles, hasta acabar convirtiendo al docente en un cumplimentador de instrucciones, un gestor de registros y un diseñador de tablas.


.¿LA ESENCIA?





¿Y dónde queda la esencia de la labor?


En los papeles, desde luego que NO


Vivimos con la presión de lo urgente y todo parece importante. Los colegios dedican tanto esfuerzo, dinero, tiempo y energía en el sostenimiento de lo burocrático, que apenas queda resuello para lo esencial. Sí, lo esencial. La base de la tarea educativa: el acompañamiento de la persona.


Podremos tener las mejores programaciones sobre el papel (en ocasiones, refritos de programaciones heredadas o copiadas a editoriales). Podremos adquirir sonoras certificaciones de calidad y oropeles educativos. Podremos disponer de potentes servidores en los que acumular, como fuentes de Santo Grial, el acervo de un colegio. Podremos almacenar en carpetas numeradas todas y cada una de las hojas exigidas por la Administración. Podremos seguir dedicando recursos a idear, divulgar y completar las más revolucionarias plantillas (que, con frecuencia, no son tales y se limitan a ser remedos de anteriores plantillas). ¿Y qué? Puede que todo eso sea urgente y que, incluso, parezca importante. ¿Es lo esencial?


«CUMPLIR EL EXPEDIENTE»


No es que no haya que organizar, programar, evaluar y controlar. Soy un firme defensor de la estructura, del orden, de la evaluación y de la autoevaluación. No creo que pueda educarse sin la atmósfera adecuada, y la atmósfera se da, también, cuando tenemos claro de dónde partimos, qué queremos lograr, con qué herramientas y en qué secuencia, cómo lo mediremos y qué lenguaje emplearemos para hacerlo.


Sin embargo, sufro al ver que las ilusiones quedan habitualmente enterradas en la ingrata tarea de “cumplir el expediente” rellenando papeles. El papel lo sustenta todo, y me da pena ver todo el capital humano y económico dilapidado en el sostenimiento de complejos aparatos administrativos, relegando –vuelvo a decir– lo esencial.


Entiendo que la esencia es la persona, y que por mucho que lo escribamos en un formulario o una unidad didáctica, por mucho que lo escribamos en un aplicativo de la Consejería o en una programación oficial, por mucho que escribamos y escribamos y escribamos que la persona es la esencia, si realmente el esfuerzo está en mantener lo burocrático, difícilmente haremos un real acompañamiento.





¿Y si nos relajamos? ¿Y si sostenemos el Aparato sin que absorba toda nuestra energía y nuestro presupuesto? ¿Y si reenfocamos y primamos, por encima de lo burocrático, cuestiones como el reconocimiento del profesorado, su autoestima, su integridad, su entusiasmo y el desarrollo de las cualidades innatas a un educador, como son la intuición, la empatía, la inteligencia emocional y la sensibilidad (por citar algunas)? ¿Y si los Equipos Directivos se preocupan algo menos del papeleo y algo más en acompañar a sus personas? ¿Y si la Universidad forma profesionales para Educación expertos en lo esencial y no en la redacción de unidades didácticas perfectas? ¿Y si las oposiciones no fueran olimpos de la plantilla? ¿Y si en las salas de profesores se discutiera sobre psicología evolutiva, madurez, inteligencias múltiples, neuroaprendizaje o liderazgo en lugar de sobre programación-abreviada, programación de área, DAE, plantillas para el plan individualizado, el PIRE o los requisitos del ACI? ¿Y si educamos lo esencial?


Si realmente el esfuerzo está en mantener lo burocrático,


difícilmente haremos un real acompañamiento


NO SON LOS PAPELES


Lo esencial no son los papeles. Los papeles son necesarios, pero no son la esencia. Son importantes, pero no esenciales. Lo esencial es el alumnado. Al alumnado le da igual si hemos rellenado bien o no una plantilla o si hemos entregado en plazo la programación de área al inspector educativo de turno. Al alumnado no le interesa si la unidad didáctica está sacada de una editorial o si la hemos generado nosotros. Al alumnado no le quita el sueño si hemos fusilado una rúbrica o es fruto de nuestra experiencia.


Lo que le interesa, lo que quiere, lo que necesita, es que escuchemos, que seamos pacientes, firmes, empáticos; que creemos vínculos a partir de los que construir, que le emocionemos, que le contagiemos de entusiasmo, que valoremos sus cualidades y desarrollemos sus competencias. Lo que le quita el sueño es el profesorado irracionalmente exigente, el ausente o el distante. Lo que necesita es que se le trate como persona; es decir, incompleto, imperfecto, único, en proceso y con potencial.


LO EDUCATIVO





Dicho de otra forma, lo que necesita el Sistema Educativo es desbrozarse, desprenderse de artificios y complejidades absurdas. Lo que necesita el Sistema Educativo es reforzar la ilusión por lo educativo; sí, lo educativo. Es fijarse en la persona, en todas y cada una de las dimensiones de la persona. Pero de verdad, no porque lo hayamos redactado en un papel.


…incompleto, imperfecto, único, en proceso y


con potencial


Los papeles volarán. Si no, fijémonos en las leyes educativas, que se suceden perversamente de la mano de los distintos gobiernos. Leyes que generan, para mayor gloria o desazón de la Administración, sus propios laberintos burocráticos. Los papeles volarán, en efecto, pero no lo esencial. Y lo esencial, lo genuino, eso que esquivará los cambios políticos, modas o presupuestos, no se recoge en formularios. Lo esencial se vive, se milita, se nota, se respira, porque lo esencial es entender cada persona como la medida de la labor que realizamos.
Los papeles volarán, en efecto,
pero no lo esencial

Mikel Alvira
                                        Autor: Mikel Alvira
                                         Fuente: INED21